Bien es sabido por los economistas, que la balanza de
pagos es uno de los “termómetros” de la crisis. Actualmente, dicha estadística
muestra que cada vez más españoles salen del país para buscar trabajo. Sin
embargo, refleja una mejoría de la deuda externa española, que ha acelerado su
ajuste en 2013.
El
endeudamiento con el exterior fue el correlato financiero del milagro económico
español, cuando el crédito masivo y barato alentó una burbuja inmobiliaria y de
consumo. Cuando la crisis irrumpió, la deuda externa se convirtió en el
principal foco de inquietud para los mercados por la rapidez con la que aumentó
y por las escasas perspectivas de crecimiento económico.
El dato que nos ofrece el BancoCentral Europeo (BCE) de que las entidades españolas registraron en noviembre
la mayor reducción en casi cuatro años –vendieron 10.900 millones- , junto con
el descenso de 8.900 millones de octubre, sitúa la exposición global de la
banca a la deuda soberana por debajo de la barrera psicológica de los 300.000
millones (295.000 millones).
Esta dinámica puede
responder al examen global de la calidad de los activos que afronta el conjunto
de la banca europea y unas pruebas de resistencia en las que se intuye que se
llegue a penalizar una deuda exterior muy elevada, con el objetivo de romper el
círculo viciosa generado entre la deuda soberana y la bancaria.
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